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Frankenstein tiene rostro de vidrio.

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Contrario a la opinión generalizada sobre la “muerte de la televisión”, el viejo armatoste sigue demostrando el alcance de su dominio. Hace algunos meses, el portal CTS online publicó un texto de Toby Miller donde el autor ilustra la aún fuerte influencia de la televisión en los espectadores: menciona, por ejemplo, el incremento del 8% de los suscriptores a televisión vía satélite o vía cable; además, anota el número promedio de horas que cada habitante de Gran Bretaña dedica a la televisión, trece en total.

La T.V. aún convence personas, vende productos, modifica resultados (¿por qué el actual presidente de la república se casó con una actriz de telenovelas?), por lo tanto resulta importante poner bajo la lupa la nueva reforma en telecomunicaciones recientemente aprobada por el congreso nacional, así como las leyes secundarias recién propuestas. Para comenzar, son dos y no una las concesiones a otorgar por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), cada una de ellas deberá realizar una inversión de aproximadamente 830 millones de pesos para poder ser competitivas y, según el diario El Financiero estas son algunas de las empresas que pugnarán por obtener una de amas rebanadas del pastel aún a sabiendas del alto costo que esto supone: América Móvil (a pesar de ser declarada por el IFT como empresa preponderante, lo que la descalificaría automáticamente del juego), Grupo Imagen, MVS Comunicaciones, Mega Cable, Grupo Pegaso, Grupo Fórmula o El Universal.

Sin duda la contienda será sangrienta, todos los jugadores usarán hasta el último recurso por salir victoriosos, y no por nada, son grandes los beneficios devenidos de la obtención de una cadena televisiva nacional (transmisión de contenidos vía televisión de paga, multiprogramación, por mencionar algunas). La reforma parecía un parte aguas encaminado a la creación de medios que ayudaran a crear una ciudadanía democrática, empero, la ley secundaria parece apuntar hacia una contienda de intereses más que a un ejercicio democrático. Las leyes secundarias mantienen al margen a los medios comunitarios e indígenas, también ignora los derechos esenciales de audiencias y usuarios.

¿Qué sigue? ¿Ser sólo testigos de la colosal contienda y sumergirse a la deriva de los resultados? Todo apunta a que sí. Sin embargo, el televidente es quien posee el control (literal y metafóricamente) de la televisión, sin una audiencia crítica difícilmente obtendremos resultados diferentes. Frankenstein no es el nombre del monstruo sino de su creador, y nosotros somos los creadores de aquel ser cíclope con el que intercambiamos diariamente miradas.
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